Deja tu cuerpo moviéndose al ritmo del placer...

Me muero por besarte, por rodearte con mis brazos llenos de deseo hacia ti, por acariciar tu cuerpo entero, por llegar a tu ternura y a tu pasión, por amarte.Tu voz... esa que me susurra un "te amo" y hace callar la mía....esa que anhelo sentir junto a mi.. y está tan lejos.

Lluvia.

Lluvia.
Me gustan los días de lluvia. Me recuerdan a ti.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Por la vida de mi hermana.



Debería haber un estatuto de limitación del dolor. Una normativa que dijese que está muy bien despertarse llorando por las mañanas, pero sólo durante un mes. Que pasados cuarenta y dos días ya no volverás a sobresaltarte con el corazón latiendo a toda velocidad por estar segura de haberla oído llamar tu nombre en voz alta. Que no te van a poner una multa si sientes la necesidad de vaciar su escritorio, descolgar sus dibujos de la nevera, girar una foto del colegio al pasar, aunque sólo sea porque te hiere en los más vivo cada vez que la ves. Que está bien medir el tiempo tomando como referencia el día en que se fue, del mismo modo que antes se medía por sus cumpleaños.
Durante mucho tiempo mi padre estuvo diciendo que veía a Anna en el cielo estrellado. A veces era un guiño del ojo, otras la forma de su perfil. Insistía en que las estrellas eran personas a las que se las quería tanto que formaban constelaciones para vivir eternamente. Mi madre creyó durante tiempo que Anna volvería. Buscaba señales: plantas que florecían demasiado pronto, huevos con dos yemas, la sal que formaba letras al ser derramada.
En cuanto a mí, bueno, me dio por odiarme a mí misma. Naturalmente, todo era culpa mía. Si Anna no hubiera presentado aquella demanda, si no se hubiera quedado en el tribunal firmando papeles con el abogado jamás hubiera estado en ese cruce en ese preciso momento. Ahora estaría aquí, y sería yo la que se le aparecería por todas partes para atormentarla.

Estuve enferma mucho tiempo. El transplante estuvo a punto de sufrir un rechazo y luego, de forma inexplicable, empecé a remontar, una larga y penosa escalada. Han pasado ocho años desde mi última recaída, ni siquiera el doctor Chance es capaz de entenderlo, cree que ha sido una combinación del ácido transterinoico y de la terapia con arsénico, por algún efecto favorable de acción retardada, pero yo sé lo que es. Era que alguien tenía que irse, y Anna usurpó mi lugar.

El dolor es algo curioso cuando no te lo esperas. Es como cuando te arrancas una tirita: se lleva la capa superficial de una familia. Y los intestinos de una casa no son nunca bonitos, los nuestros no son una excepción. Había veces que me quedaba en mi habitación días enteros, de la mañana a la noche, con los auriculares puestos, aunque sólo fuera por no oír gritar a mi madre. Había semanas en que mi padre hacia turnos de 24 horas en el trabajo, para no tener que volver a una casa que se nos había quedado grande.

Entonces, una mañana mi madre se dio cuenta de que nos habíamos comido todo lo que había en casa, hasta la última pasa más arrugada y hasta la última migaja de galleta salada, así que fue a la tienda de comestibles. Mi padre pagó una factura, o dos. Yo me senté a ver la tele y me puse un capítulo antiguo de I Love Lucy, que me hizo reír.
Inmediatamente, sentí como si hubiera profanado un santuario. Me tapé la boca con la mano, avergonzada. Fue Jesse, quien, sentado a mi lado en el sofá, dijo:
-A ella también le habría hecho gracia.

Mientras te empeñas en seguir aferrado al amargo y doloroso recuerdo de que alguien ha dejado este mundo, no sales de ahí. El hecho mismo de vivir es como una marea: al principio parece que todo sigue igual, pero un día miras tus pies y ves la cantidad de dolor que ha sido erosionado.

Me pregunto hasta qué punto nos vigila. Si sabe que durante mucho tiempo mantuvimos la relación con Campbell y Julia, incluso fuimos a su boda. Si entiende que la razón por la que ya no nos vemos con ellos es porque nos hace daño, porque aunque no hablemos de Anna, ella está presente en los huecos entre las palabras, como el olor de algo que se quema.

Me pregunto si estaría en la ceremonia de graduación de Jesse en la academia de policía, si sabe que obtuvo una mención del alcalde el año pasado por su intervención en un redada antidroga. Desconozco si sabe que papá cayó en un pozo muy profundo cuando ella desapareció, y que le costó Dios y ayuda volver a trepar hasta la superficie. No sé si sabe que ahora enseño danza a las niñas. Que cada vez que veo a dos chiquitas en la barra, haciendo pliés, pienso en nosotras.

Aún me pilla por sorpresa cuando se presenta. Como cuando casi después de un año de su muerte, mi madre llegó a casa con un carrete de fotos que acababa de revelar, de mi graduación en el instituto. Nos sentamos juntas en la mesa de la cocina, codo con codo, intentando no mencionar, mientras veíamos nuestras sonrisas de oreja a oreja , fue en esas fotos faltaba alguien.

Y entonces, como si la hubiéramos invocado, la última foto era de Anna. Tanto
tiempo hacía que no habíamos utilizado la cámara, lisa y llanamente. Estaba sobre una
toalla de playa, con la mano extendida hacia el fotógrafo, que no sé quién era, intentando que no le hiciera la foto.

Mi madre y yo nos quedamos sentadas mirando a Anna en la mesa de la cocina hasta que se puso el sol, hasta que lo hubimos memorizado todo, desde el color del pasado de su cola de caballo hasta el diseño de los flecos del bikini. Hasta que ya no pudimos estar seguras de verla con claridad.

Mi madre me dejó que me quedara con esa foto de Anna. Pero no a puse en ningún marco, la metí en un sobre que cerré y enterré en lo más hondo del cajón de un archivador. Y ahí es donde está, sólo por si algún día de éstos me da por echarla de menos.

Tendrá que haber una mañana en que me despierte y no sea su cara lo primero que vea. O alguna tarde ociosa de agosto en que ya no me acuerde de cuál era el lugar
exacto del hombro derecho en que tenía aquellas pecas. A lo mejor, alguno de estos días ya no seré capaz de oír el sonido de sus pisadas junto con el de la nieve al caer.

Cuando empiezo a sentirme así me meto en el baño y me levanto la camisa, y me toco las líneas blancas de la cicatriz. Y recuerdo cómo al principio me parecía que los puntos deletreaban su nombre. Pienso en su riñón trabajando dentro de mi y en su sangre corriendo por mis venas. La llevo siempre conmigo, dondequiera que voy.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Cosas que nunca te dije.

¡..Que difícil! Pero me parece que aún es mas difícil quedármelo para mi sola y supongo que por eso lo hago, tú siempre me preguntabas en qué momento había empezado a quererte, empecé a quererte exactamente cuando llamaste para decir que me dejabas, fue en ese… de hecho fue en ese preciso momento cuando me olvidé del amor que sentía antes y me olvidé de la ternura, del sexo, de tu lengua, me di cuenta que lo que había sentido antes no era más que el simple reflejo de lo que es el amor, descubrí que no te había querido nunca, de repente pensé en aquella tortura que practicaban en Francia, ¿Sabes que hacían? ataban las extremidades de una persona a cuatro caballos y los azuzaban en direcciones diferentes, pues así es como me sentí, así es como me siento ahora, ya sé lo que es amar.
Te amo con esa clase de amor que había rezado por sentir cuando era una adolescente y que ahora rezo por no volver a sentir nunca más, no lo sé, sólo quiero que sepas como me siento y no quiero que creas que lo que busco es volver a intentarlo, sólo quiero que sepas como me siento, no quiero que tu sigas con tu vida sin saber como me siento, no lo soporto, en fin, creo que ya está..

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ella, mi Luna.


Poco a poco, pequeños destellos de luz, van iluminando el cielo.
Ese cielo que torna su color anaranjado, hasta entrar en la profunda oscuridad que cada noche viene a mi, acompañada de miles de recuerdos y una hermosa Luna que, cada noche, cose mis heridas, las heridas que no se ven.
La Luna me mira, me sonríe. Intento atraparla en un suspiro, y no puedo. En ese mismo instante, junto al suspiro, se van mis ganas de vivir y de amar, se van con Ella, tan lejos...
El brillo de las estrellas cada vez es más tenue, y a cada segundo, la luz se va concentrando en el sol. Pero en ese momento, yo ya no estoy.
Me fui.
Mi vida se fue con Ella, sólo dejó mi cuerpo inerte cuando, por el lado opuesto al sol, Ella desapareció.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Time to have sex.

I got what you want, you got what I need.